Monday, July 30, 2007

Oráculo

Se suponía que si el destino existía, los ojos soñadores de Alfredo debían ser el oráculo.

Lo conoció en la clase de yoga y le llamó la atención la despreocupación total en las cosas fundamentales de la vida, tales como trabajar, estudiar o comer. Alfredo vivía del dinero que le daban sus padres, no estudiaba ni trabajaba y no estaba en sus planes hacerlo y comía cuando se acordaba de que no lo había hecho en dos días o cuando se le antojaba algún manjar, de esos que siempre se acompañan de salsas o locotos verdes.

Dejaste que los ojos transparentes ingresaran a formar parte de tus pensamientos diarios, en la ducha, a la hora de la comida, antes de dormir... Señalaban algún camino, quizás sus labios podrían decir o sus manos podrían alzar el índice apuntando hacia la adecuada dirección, sin embargo, él sólo hablaba de lo fríos que son los espejos cuando duermes la siesta sobre ellos o cuánta alegría pude traer al mundo una piedra de color púrpura.

Le preguntaste una y otra vez, le pediste direcciones, señales, pelos, pero nada. Lo único que podía proferir eran alabanzas hacia las moscas e improperios contra el aparato digestivo de los rumiantes. ¿Acaso comprendía la importancia de saber acerca de tu destino?

Un día, por fín te miró a los ojos. Parecía que iba a decir algo... ¿Prefieres helado o café? al fin dijo y simplemente miró hacia otro lado antes de que tú pudieras responder.

Fue cuando lo entendiste por fin y para tus adentros te dijiste que no había nada mejor que una taza de café con tres cucharillas de azúcar. No pudiste disimular la sonrisa que asomaba a tu rostro.

Monday, July 09, 2007

Callejones



Callejón en Miraflores
Foto tomada por: Dreamer


Podría decirse que la vida es como una ciudad, a veces con avenidas anchas y ventosas, con árboles y flores que observar al rededor. Otras veces acabamos metiéndonos en callejones angostos que nos generan temor. Lo peor es cuando nos metemos en un callejón sin salida.

En este callejón en particular hay claroscuros, hay juegos de luz y sombra. ¿Será que soy capaz de desanadar el camino andado y de tomar otro camino, quizás más bonito? ¿Seré capaz de recordar la luz y de olvidar la sombra?

Eso no lo sé. Me asusté mucho, corrí y me resbalé en las piedras. Si sintieras cómo duelen y arden las heridas en carne viva, los moretones; si puedieras ver cuan roja mana la sangre.

Lo lamento, otra vez me distraje y olvidé que ya no tienes ojos ni oídos y que en alguna calle de esta extraña ciudad dejaste olvidado el corazón. No te preocupes, hay muchas posibilidades. El carro basurero pudo haber pasado y haberlo recogido para disposición final. O hasta pudiste haber ayudado a alguien más pobre que yo, que en vez de sentir algo, simplemente preparó un delicioso plato de anticuchos con salsa de maní.